jueves, 12 de mayo de 2016

Hambre

Amor, amor, amor.
Tantas veces lo escucho,
Otras tantas lo escribo,
Y otras pocas lo siento.
Es un hambre que no se sacia,
Un hambre que no cualquier beso calma,
Y ojalá, sería todo más sencillo.
Ojalá el amor fuese sólo ansia de carne,
De tirantes que caen
Como la lluvia,
De sinuosas carreteras de un cuerpo
A la luz de un cuarto oscuro;
Un hambre de mordiscos,
De sudor, de jadeos infinitos,
Hambre del cigarrito de después.

Una sed que se pueda calmar
En cualquier manantial,
Sin importar su nombre,
Si prefiere té
O café de sobre.
Una sed
Que quepa en un chupito:
Tequila, sal de tu pecho,
Y el limón del adiós,
Un escalofrío, y con Dios.

Pero no es suficiente.
Tengo hambre de tu mente,
De caricias sobre tu vientre,
Escribirte mil y un versos
A besos en tu cuello.
Quiero tu menú del día
En cada una de mis noches.
Eres el féretro donde
Me paso la vida
Imaginando la próxima vez
Que me pierda en tus ojos.

Hambre de pensarte
Con tu alma desnuda,
Llena de misterios y dudas,
De anhelos y de deseos.
Hambre de tu mente,
De tu risa, tus lágrimas,
Tu mirada,
De tu prisa en el último beso
Antes de dejarme en silencio,
Mientras mis labios gritan: “vuelve,
Que todavía me queda saliva
Para amarte un poco más”.

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