lunes, 23 de marzo de 2020

Bajo para arriba

Obediencia ciega,
A un lado quedó la decencia,
Paciencia es la madre de la histeria,
De qué sirve la fe si no sabes de la ciencia,
La ignorancia enseguida se queda rancia,
Sorda la conciencia,
Que me abrace la inercia,
El sufrir una tendencia
Llena de sinuosas sendas,
Siempre doy con las cadenas,
Eslabones guardo en los cajones
Por si me voy de los renglones
Y puedo atarme a una palabra
Que mantenga a flote
El ascua de la mañana,
Para que sea algo más fácil salir de la cama,
Y las plantas de mis pies suenen menos cansadas,
Y mis ojos sean menos tímidos y vayan a la playa
A mojarse las puntas de mis pestañas,
Y se sequen con el tiempo y con la calma,
Una fisura no necesita censura,
Si no un abrazo que la zurza.

Y por ahora, no sé de costura,
Todavía la oscuridad me asusta,
Aunque duermo con la luna pagada,
Anuncios de coraje por palabras,
Voló el telón, cayó la farsa,
Se calló la comparsa.

La luz baña de lunares la estancia,
Vidrieras en las celdas de las persianas,
El humo se desliza entre los haces,
Y ya no se oye el zumbido de cristales.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Herencia

Lo único que guardo es un mechero,
Quiero que su luz se derrame por el suelo,
Que brille en mis mejillas
Y llene mis dedos de astillas
De fuego y pólvora.
Las costillas rotas,
Necesito respirar un par de horas,
Del ahora mi mente es desertora,
La marea hizo de mí su roca
Dónde mis grietas recorre
Con la sal de sus siseos,
Hiere sin que la piel me toque,
Llena mis huecos de deseos
Que no me corresponden,
Marcas de haber nacido,
De haber sentido el frío
En los dedos de los pies,
Peces tímidos vienen a morder
Los inquietos escalofríos del amanecer,
Cuando el rocío comienza a descender
Por los tallos y da de beber a las raíces
Para que la savia no brote de las cicatrices.
De bruces besaron los adoquines 
Los dientes de los príncipes,
Gotas de alquitrán y rubíes
Se hunden en la carne
Y el alacrán muerde ,
No quiere un empate,
Quiere sangre, inocente
el iluso que se preste
Para ser quien lleve la corona
Llena de flores rojas
Y las oraciones
Su cáscara vacía acojan.


Van y vienen las ondas,
Mojan los zapatos,
Tempestad detonadora,
Siento el arrebato,
El fuego del hereje,
La conciencia se despeja
Y deja al ser inconsciente,
No veo más allá de la reja,
No veo sus vértices,
Me señalan con el dedo
Y ¿no lo ves?”, dicen,
Presa del tiempo
Eterno de un instante,
Gritos de aquelarre
Evitan que el tapiz desgarre
Y rompa la imagen
Del delirio y de su enjambre
De ecos que susurran
Como ondas en el agua turbia.


Un crujido y entró la luz,
Se me ve la tristeza a trasluz,
Mi piel es de papel,
Se arruga cuando la leen,
Tiene pánico del tacto,
Como mis dedos
Al folio en blanco.

Encogido

Si escribiese sincero,
Me tendría pánico el miedo,
Fracciono el tiempo
Con pulso de ciego,
Borracho de ego,
Mato al fantasma en cuanto lo veo,
Mientras muere al azar le rezo
Que lo aleje lo suficiente
Mientras vivo de alterne,
Incorpóreos entes
Nublan la voz consciente,
Sobre las brasas la nada se cierne.


Zumban las ideas
Con sus alas negras,
El éxodo o la odisea,
Que nos de la esperanza
Un horizonte de ventaja,
No quiero el perfume que su boca lanza,
La luna la noche apuñala
Con su luz ilumina la sala,
La argéntea sonrisa 
Canta ancha las nanas,
Para las gotas que se asoman a la cornisa
Y para las almas livianas.

sábado, 14 de marzo de 2020

Suelo

Maridaje para males,
Las copas llenas de cristales,
Sombras amables,
Hacen que mi ego alcance
El estático balance
Del derrotado arcángel.

Laberintos oníricos
Cruzan los  pasillos,
Juegos de destellos
Brotan de los huecos
De mi piel,
No sentí la hoja entrar
Ni arrasar el Edén,
Qué pena de sentir pena,
Sólo camino por aceras complejas
Llenas de curvas, ruinas y grietas,
Un pie delante del otro,
Grosso modo,
Sed de suelo tienen mis hombros
Y mis manojos de nervios
Andan hechos jirones
Perdidos entre cajones
Que huelen a humedad,
Pulsión sin velocidad,
Atractiva como la gravedad,
La claridad de ver la nada,
Nadar en el azul más oscuro del mar
Y jugar con las estrellas del fondo abisal.

En el mar

Frenesí,
Mente enhebrada con hilo de marfil 
Una voluntad sin directriz,
El cromático desliz del existir,
Acrobático fluir de la raíz
Hasta la punta de los versos,
Crujidos huecos
Rasgan el tibio silencio,
Aristas atrevidas
Me llenan de caricias,
Las mismas que afilan
Sus uñas con el barro de mis heridas.

La conciencia endeble,
La noche impertinente
La luz de los neones me mece,
No tengo dónde posar mis ojos
En el horizonte,
Sabe a óxido el oro del trono,
La sombra de los arcontes,
Al alba, el alza de las almas nobles.

Estandartes ondean frágiles,
Demanda la tormenta
Eterna reverencia
De los mástiles,
Mareas infranqueables,
Reto al cielo que me alcance
Con el brillo de sus madejas
Que cortan el aire,
Y ahogueel fuego de la vela
Y pueda sentir el áspero tacto
Del rugoso abrazo de la arena.