miércoles, 18 de marzo de 2020

Herencia

Lo único que guardo es un mechero,
Quiero que su luz se derrame por el suelo,
Que brille en mis mejillas
Y llene mis dedos de astillas
De fuego y pólvora.
Las costillas rotas,
Necesito respirar un par de horas,
Del ahora mi mente es desertora,
La marea hizo de mí su roca
Dónde mis grietas recorre
Con la sal de sus siseos,
Hiere sin que la piel me toque,
Llena mis huecos de deseos
Que no me corresponden,
Marcas de haber nacido,
De haber sentido el frío
En los dedos de los pies,
Peces tímidos vienen a morder
Los inquietos escalofríos del amanecer,
Cuando el rocío comienza a descender
Por los tallos y da de beber a las raíces
Para que la savia no brote de las cicatrices.
De bruces besaron los adoquines 
Los dientes de los príncipes,
Gotas de alquitrán y rubíes
Se hunden en la carne
Y el alacrán muerde ,
No quiere un empate,
Quiere sangre, inocente
el iluso que se preste
Para ser quien lleve la corona
Llena de flores rojas
Y las oraciones
Su cáscara vacía acojan.


Van y vienen las ondas,
Mojan los zapatos,
Tempestad detonadora,
Siento el arrebato,
El fuego del hereje,
La conciencia se despeja
Y deja al ser inconsciente,
No veo más allá de la reja,
No veo sus vértices,
Me señalan con el dedo
Y ¿no lo ves?”, dicen,
Presa del tiempo
Eterno de un instante,
Gritos de aquelarre
Evitan que el tapiz desgarre
Y rompa la imagen
Del delirio y de su enjambre
De ecos que susurran
Como ondas en el agua turbia.


Un crujido y entró la luz,
Se me ve la tristeza a trasluz,
Mi piel es de papel,
Se arruga cuando la leen,
Tiene pánico del tacto,
Como mis dedos
Al folio en blanco.

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