Castillos de arena sobre la
almohada,
Una baraja de póquer sin reina,
Un café frío abrasa la garganta,
Bajo las sábanas, lluvia de
perlas.
Gota a gota discurren los
segundos,
Bajo a los mismos abismos de
siempre,
El vacío como alivio y sucumbo,
Caigo, sin abrazos que me
sujeten.
Sendas vidas heridas esculpidas
Por el cincel y el martillo del
odio,
Bustos fríos de apáticas
sonrisas,
Máscaras griegas son sólo polvo.
Ocaso dónde llegan mis ensueños,
Dónde se encuentran con la
argéntea Luna,
Que arden con la última llama del
cielo,
Nubes de humo que dibujan mis
musas.
El olvido es el preciado refugio,
Aquel valle tan lúgubre, tan
árido,
Dónde no crecen los rosados
lirios,
Que me hacen recordar tus besos
cálidos.