jueves, 3 de diciembre de 2015

Todo pasa, y pasado queda

Todo pasa, y pasado queda. Creo que es imposible repetirse más en apenas tres frases, pero creo que no siempre somos conscientes de esa idea.

Todo aquello que vivimos, jamás volverá. Lo que no vivamos ahora, en el inmediato y fugaz ahora, se escapará para siempre. Nuestra vida se basa en vivir momentos y perder otros muchos. Puedo parecer un romántico y que sólo veo lo negativo, pero no, peor aún, veo ambas cosas.
Los abrazos de mi madre, tan sinceros y tan cómodos; abrazos en los que me escondo del mundo y puedo respirar tranquilo, al resguardo de todo. Esas risas con los amigos, esas sonoras carcajadas, que retumban en nuestro estómago y nos nublan la vista con lágrimas de felicidad. Aquellas personas que hemos conocido, o que apenas conocemos de vista, que podríamos haber sido grandes amigos, pero no fue así. Besos que sólo soñamos, hombros sobre los que nunca podremos descansar el peso de nuestros pensamientos, corazones que dejamos pasar.

Senderos que jamás recorreremos, futuros que jamás viviremos, y tenemos que vivir con la esperanza de que nuestra decisiones hayan sido las correctas, cuándo a veces no sabemos siquiera cuándo hemos tomado la decisión.

Siempre pensé que todos estos escritores históricos y laureados pensaban demasiado, que buscaban motivos para sufrir cuando hablan de la fugacidad de la vida, y resulta que no. Igual se me está pegando algo de ellos, espero.

Nuestra existencia, que apenas dura un siglo, comparada con los millones de años del universo, es irrelevante, como la vida de las hojas desde que nacen hasta que caen al suelo, formando una colorida y sucia alfombra.


Necesito tiempo para vivir todos mis sueños, incluso aquellos de los que ya me he despertado.

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