martes, 30 de diciembre de 2014

Reflexión segunda.


Viajar, viajar…te lo venden como el elixir de la vida, el elixir de la ilusión, para romper con la rutina que nos ata en nuestro día a día; como una aventura de ensueño en vida…Pero viajar no es siempre bonito, por desgracia.


Viajar no es gratis. Los billetes de ida son billetes de abandono, de adiós. Viajar puede ser, a veces, dejar atrás, abandonar a alguien en una estancia, que te dedica esas lágrimas tan amargas del adiós, que llora porque ese último abrazo, ese último beso, abre una profunda herida en su corazón. Esos amargos recuerdos de los buenos momentos que dejas a tus espaldas, que hacen que te pese un poco más la maleta, el pesar del dolor.


Cuando te alejas de tu hogar, cuando dejas el epicentro de tu vida y viajas, al principio lo haces con ilusión, pero tras unos cuantos viajes con sabor a sal, todo cambia. Esa maleta que arrastras a regañadientes, ese traqueteo incesante de sus ruedas, que como si fueran metralletas perforan y fusilan tu mente, haciendo que se desvanezca cualquier mínimo atisbo de calma y paz.


Espero no desalentaros a viajar ni a ver mundo, ni de abrir vuestra mente a la infinita y exquisita diversidad de nuestro planeta, pero recordad lo que dejáis atrás. También deseo que cuando dejéis este rincón de reflexión sea con billete de vuelta.

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