sábado, 15 de junio de 2019

Miradas de cristal

Quizás todo sea una corriente,
Que se desliza por la superficie del vientre,
Que da de beber al subconsciente,
Nutre las raíces de diciembre,
Se llevó las flores y dejó la nieve,
Para que debajo de la piel la carne tiemble,
Que vibren las fibras y se plante la simiente
Del fuego de un pretérito inerte
Que vive dentro de los seres
Y hace su hoguera en las lindes de la mente.


O un reflejo en el espejo,
Cristales sobre el credo
Manchado de hierro,
Lo joven se tornó viejo,
Los sauces se secaron las lágrimas,
Dejaron la tierra y volvieron a casa,
Los sueños tiñeron las sábanas
Y se fueron con sus arras.


Sólo veo humo,
Espirales de ceniza,
La marca del yugo,
El cielo graniza,
Ríos de aguas negras
Amargan el fruto,
El fuego crepita,
La luna sonríe llena,
Porque vino con promesas
De parar el mundo.


Quisiera dejar de ser,
De parecer, no padecer
Del crecer, de envejecer,
Quisieran mis manos
Rasgar los pálidos párpados
Del perezoso ocaso,
Pedirle al sol un rato,
Quiero ver el oro de sus rayos,
Sólo un momento,
Que me deje una caricia
Sobre el pecho
Que caliente mis mejillas,
Y que pose una vela en mi mesilla.


Una espina entre dos páginas,
Lágrimas anárquicas
Arraigan en mi cama,
Cuelgan de las persianas
Lánguidas crisálidas,
Con su melodía se introducen
Como un cuchillo en la carne,
Como un rayo rasga las nubes,
Vibran los metales,
Ecos erráticos zumban,
En cada huella
Una canción retumba,
Se clavan en la garganta las espuelas
De la sinuosa duda,
Muere la voz sin haber sentido el sol
Acariciar su nuca,
Late a ciegas el corazón
Pues nunca sintió la música.