martes, 28 de junio de 2016

Pensando en voz baja (II)

Los días se digieren despacio, a veces demasiado despacio, y una sensación de ahogo inunda mi pecho. Vivo más en mis sueños que cuando abro los ojos. Los párpados son un pesado telón, y cada día que pasa, pesa algo más.

Las noches pasan aún más despacio. Largas horas de silencio espeso, que sólo se atreven a interrumpir los ruidos lejanos de la calle. Largas veladas tragando techo, buscando sus límites, sus estrellas, sus constelaciones. Pero sólo es oscuridad, y en su negrura me envuelvo. Deja de ser la bóveda bajo la cual duermo, para ser el suelo sobre el cual vivo.

Dejo atrás mi cuerpo físico, mis deseos rebosantes de dudas, mis kilos de más y mis facciones asimétricas. Y viajo. Sin pasaporte, sin carné de identidad. Sólo viajo. De la mano de Morfeo, por paisajes oníricos y cambiantes, que albergan realidades imposibles y dulces sueños de amargos despertares.
Mi subconsciente no sigue normas, ni lógica, y se dedica a tejer historias inverosímiles repletas de similitudes, como si fuera un mensaje encriptado. Es el diablo que se cansó de susurrar a la oreja, y se mudó a una oficina en la última planta.

A veces me deja ciego, desorientado, en un mundo donde todas las sonrisas están torcidas. Las paredes están hechas de agua, y el suelo es una superficie cambiante, buscando eternamente el desequilibrio. Y ahí estoy yo, entre paredes y suelos movedizos, sin punto de apoyo, y ciego.

Otras veces le gusta hacerme sufrir de verdad. Pinta amigos donde sólo hay fríos saludos, metas cumplidas sólo a la luz de la luna y con la persiana bajada. Dibuja torsos desnudos que bailan un vals al ritmo de unos labios abrazándose. Me enseña un amor de cuento, idílico, donde no cabe el sufrimiento, donde sólo existe la dulzura y jamás empalaga. Un amor con el que soñaban los románticos, sin aristas que pulir, sin espinas. Un amor en el que las despedidas se limitan a decirse “hasta el próximo beso”, donde todas las distancias se salvan con un te quiero. Un amor sin lazos, sin sorpresas, puro e intenso. Pero una vez abro los ojos, me doy cuenta de que esos labios ya susurran un nombre, y no es el mío.

No lloro, tampoco duele. Simplemente el sol dejó de fingir que era verano.

Anuncios por palabras

Los suspiros pesan más
Cuando llevan nombre,
Igual que las lágrimas.
Nubes plomizas y densas
Cubren mi azotea,
Pantanos de recuerdos,
Pútridos, muertos,
Ruinas de una sonrisa
Bajo las aguas de una herida.


Silba el viento entre las hojas,
Llenas de tachones y promesas rotas,
Palabras de amor mudas
Para un corazón sordo,
Viví del amor y la locura,
Para ser pasto de las dudas.


Del desamor al amor
Hay un prefijo.
Dame un verbo
Que conjugar,
Y escribiré tu sujeto
En los mejores predicados.
Pondré nombre a todas tus sílabas,
Pondré acento en tus besos,
Rimaré mis noches con tu sonrisa,
Te rodearé el pecho
Verso a verso,
Y palabra por palabra,
Compondré una canción de cuna,
Sobre la magia de tus curvas.
Busco musa, atentamente,
Un poeta sin pluma.

sábado, 25 de junio de 2016

Sueños de humo negro

Sueño con el Sol,
Sueño con la Luna,
Con los párpados caídos
O los ojos abiertos,
A todas horas de la mano de Morfeo.


A veces traiciono a la cama y a la noche,
Y finjo que duermo,
Cierro los ojos y abro la mente,
Dibujando estrellas en el techo
Con lágrimas azul celeste.

Te sueño como quisiera verte,
Durmiendo en el lado frío de la cama,
Jugando a miradas indiscretas,
A caricias inquietas, bajo las sábanas;
Hablando como viejos amigos,
Besando como amantes noveles.


Inverosímiles escenarios
Con finales siempre húmedos,
Besos cadúceos
Que dejan un sabor amargo.


Oníricos paisajes,
Frágiles,
Coloreados con tu música,
De tus pasos ágiles
De musa prohibida,
De esas de fugaz sonrisa
Que da recuerdos inmortales.


Se despereza el alba
Y mi cenicienta se marcha,
Dejando en mi escalera
Sus besos de cristal,
Y mi realidad llena de sal.

martes, 21 de junio de 2016

Pensando en voz baja

Hubo una vez que amé. Una vez que amé tan fuerte, que el único oxígeno que podía respirar era el de su aliento. Que paseaba a solas con mi otra mitad por calles desbordadas de transeúntes. Que no concebía la idea de una vida que no fuese para dos. Pero me di cuenta que comer sólo también quita el hambre. Que también se duerme sin compartir la almohada.


Yo siempre he sido un romántico, de estos anticuados, de dedicar versos y noches en vela. Pero me hago mayor. Ya no le echo azúcar al café y duermo con la luz apagada. Quizás soy demasiado cínico, demasiado escéptico, o estoy demasiado sólo.


Tan simple y tan iluso, yo. No sabía qué era lo que echaba de menos. Pero me di cuenta de que no siempre echas de menos a la actriz, si no a su papel.

Echo de menos las caricias, los besos, los abrazos, las cosquillas de un susurro en la oreja. Así, sin posesivos.

Soy un hombre de letras, de esos que prefieren mil palabras que una imagen. Pero con cada suspiro, me aferro un poco más a la ciencia. No se puede juntar agua con aceite por mucha saliva que le eches. Todavía no ha existido un amor que se resista a la ley de la gravedad. Quién sabe, igual no fue una manzana lo que se cayó de aquel árbol.