viernes, 25 de noviembre de 2016

Imaginar

Mentes calladas llenan las calles,
Las manos atadas, ignoran los detalles,
Ojos que no distinguen farolas de estrellas,
Bocas secas van a morir a la botella.

Ebrios de soledad y vacío,
Segundos que corren sin mirar atrás, malditos,
Besos que nadan junto a lagos de desasosiego,
Cielos pétreos que soñaron ser etéreos.

Poemas sobre hojas mojadas,
Letras puras desdibujadas
Bajo el velo de la niebla del alba
Que sorprende al poeta,
Que perdió sus horas
Seduciendo a la Luna eterna,
Buscando polvo de estrellas
Con que adornar sus poemas
Y disfrazarlos de mentiras hermosas,
Y susurrárselas a la bóveda
Purpúrea y morena,
De cabellos blancos y ojos de hiena.

Sacrificó el poeta sus letras
Por pensar en caricias lentas,
En noches en vela llenas de metas
Que cumplir entre sus piernas.
Enredar nuestros cabellos
Con violentos besos,
Con silenciosos versos,
Con fe ciega en encontrarse
Sólamente con los labios,
Practicar el prohibido arte
De comerse a orgasmos,
Y yacer jadeantes,
Como dos amantes novatos,
Y que la Luna maternal
Nos cubra de ternura
Con su voz gutural,
Y perder la noción de la existencia,
Olvidar toda métrica
Que no sea la de tu cuerpo,
Olvidar toda vida previa
A conocer tus senos,
Olvidar, morir, dormir,
Y sólo despertar
Para soñar.

martes, 8 de noviembre de 2016

Cartas a un cualquiera: Primera

Me encuentro inquieto, sentado frente a mi cuaderno, pensando en qué debería escribir. Intentando recordar aquella noche en la que mi cama distaba mucho de ser el habitual remanso de paz, donde los problemas se echan una cabezada y me liberan de su letal abrazo durante unas horas.
Era una de esas noches en las que el silencio no me deja dormir, y los gritos de mi subconsciente alborotado me sacan de mi agradable ensueño. Una de esas noches en las que siento los nudillos de la muerte llamando a mi puerta, una y otra vez, y me pide entre guturales susurros que recuerde que todo acaba siendo suyo. Porque el tiempo siempre corre en nuestra contra, y nuestro reloj empieza la cuenta atrás desde nuestra primera bocanada de aire, nuestro primer mordisco de vida, y que con su ponzoña comienza a pudrir nuestra carne. Nacer es el primer paso para morir.

Todo está moribundo desde el instante en que lo conocemos. Las personas huelen a féretro y a oraciones colmadas de llantos; las flores que olemos ya han muerto un par de otoños, el mismo suelo que pisamos hace tiempo que dejó de albergar vida, la luz de las estrellas que adornan la bóveda ha perecido hace incontables lunas bajo el puñal de la oscuridad.

Todo es efímero, todo es perecedero. Las sonrisas se caen de las encías y el brillo de los ojos se nubla con el imperdonable paso de los años. Hasta el amor es tan efímero como el aleteo de unos párpados. Jóvenes y mayores han visto caer el amor de su pedestal, han sido testigos de cómo aquello que nos infunde vida y calor, es capaz de convertirse en el más frío y mortal de los aceros, que no conoce coraza alguna que evite su estocada. Ramos de flores, de esos que huelen a palabras cálidas y ocultan besos entre sus pétalos, han terminado siendo las coronas que decoraban las lápidas de sus amores difuntos.

El amor, la miel ansiada por los románticos, el fruto prohibido para los poetas, el más amargo de los bocados. La fogosidad del primer beso se apaga tras algún invierno, las manos se cansan de recorrer las mismas curvas, miradas hastiadas de encontrarse todas las noches, narices que ya no disfrutan inmiscuyéndose en sus cabellos, perfumes que pasan desapercibidos, las musicales risas se tornan en estridentes y molestos graznidos, poemas de amor que ahora no son más que tinta sobre un folio. No seamos ilusos, estamos muertos, y no hay ningún beso que nos vaya a despertar de esta pesadilla.

martes, 25 de octubre de 2016

Humo

Espirales de humo bailan
Entre las luces blancas.
Volutas de humo gris y denso.
La promesa de una muerte
Lenta, escondida
En el  beso a la colilla.

Otro chasquido del mechero,
Confundiendo al hambre con ceniza,
Sin el arroyo de unos labios
Dónde derramar mi tinta.

No me pertenece mi saliva,
Ni mi lengua ni mis sílabas,
Son del aire que tañe las campanas,
Del agua dulce de la manzana,
Del fulgor de una estrella moribunda,
Del otoño y sus hojas caducas.

No tengo ventana en la qué posarme,
Noches sin Luna en la que reflejarme,
Sin sonrisas que brotan sin querer,
Sin unas piernas donde calmar mi sed.

martes, 19 de julio de 2016

Matando la vida

Qué es si no la vida
Que una serie de casualidades
Sin última página escrita,
Un sino voluble y borroso
Como lágrimas y tinta.


Tiene su flor
Millones de pétalos,
Para arrancar y hacer volar
Con el calor
De los suspiros
Prófugos de los labios.


Ignorante en cada gesto
De rasgarle el vestido
A la bandera
Roja y negra
Como la sangre
Y el odio que
Dentro late
Y ruge y muerde;
Bandera para los muertos
De la purulenta tierra,
Que entierra los sueños
Con sal y piedra.


Alientos bailan con la bruma
Y su canción de cuna,
Duermen la razón
Y el juicio,
Muerden los deseos
Con ahínco
El corazón.


Los sastres de utopías
Tejen con iluso hilo
Sus vidas,
Cosen sus caminos
A la imagen vívida
De sus anhelos,
Y mueren con el alba
Y su manto de luz y día,
Cuando el cuadro se rasga,
Y sangra el óleo lágrimas,
Con el dolor de la mentira.

viernes, 15 de julio de 2016

Quema

Escucho gemidos,
Arañazos en la puerta,
Azul pinta los destinos,
Las paredes de mi cabeza,
Que pesa más que piensa
Pues pasa de perseguir
Profecías huecas.


Dejo pasar otro tren,
Que no tengo prisa,
Ni besos para el viaje
Ni papel,
Para hacer correr
Al tiempo
Y su paso lento,
Y se desangra la paciencia
A la luz de una hoguera
Donde sólo cabe el frío
Y el eco de un suspiro,
Malo y viejo conocido.


No se puede
Cerrarle la puerta
Al recuerdo,
Asalta como la duda,
Se aferra al cuello,
Y no suelta, jamás,
Sólo afloja un poco,
Un momento para respirar,
Para pensar que quizás
Ha muerto y habrá paz,
Pero no hay peor mentira
Que las que uno hila,
Arden como el papel
Con lagrimas escritas
Con sangre y gasolina,
Y con la más mínima débil chispa,
El tapiz muere,
La verdad amanece,
Y ahí está la hoguera,
Que no calienta,
Cala la sangre el frío,
Y sólo hay vacío,
Frío,
Que ya ni vivo
Ni me dejan morir.

jueves, 7 de julio de 2016

No es tan fácil escribir

Escribo, escribo.
Tacho.
Dudo. Escribo.
Tacho.
Así empiezo cada verso
Que encierra tu nombre.
Quizás no lo escupo al cielo,
Quizás no lo grito,
Pero está.
Como una brisa,
Que tímida
Y con una sonrisa pícara,
Se cuela en mi mente.
Con su voz tenue,
Pero ardiente,
Me promete
El pecado del beso largo,
Y se desvanece
La mentira
Con el jarro de agua fría
Del adiós.


No culpo a tus ojos,
Azules como una noche a solas
A la luz de un cigarro,
Ni a tus labios,
Con sus mentiras cojas.


No puedes decirle al aire
Que se quede,
Ni al tiempo
Que se pare,
Ni al idiota
Que no ame.


La culpa es del poeta,
Que quiso llevarle la contraria a la marea,
Que quiso ver el Sol un día de tormenta,
Quiso tocar la Luna y no tenía alas,
Quiso amar, sin derramar lágrimas.

sábado, 2 de julio de 2016

Rezando al folio

Una noche más,
Me arrodillo ante el folio,
Y al cielo pido,
Entre rimas y soliloquios,
No volver a pensar en tus ojos.


Finjo ser un cínico,
Escéptico, lunático,
Romántico sin oficio,
Que malhabla
Y mal ama,
Que se despierta con el alba
Y sus mejillas rojas,
Que cose a la luz de un cigarro
Su alma rota.


Con ademán perezoso
Intento apartarte de mi lapicero,
Y acabo hundiendo mis dedos
En los reflejos de tu pelo.


Azules son mis sueños
A la luz de tus luceros,
Azules como los lamentos
De los ojos inexpertos,
Que a mirarte se atrevieron.


Cada noche repito en silencio
El mismo soneto,
Se lo susurro a la almohada,
Se lo escupo a las sábanas,
Quiero bajar los párpados
Y no ver,
Pero una noche más,
Me arrodillo ante el folio,
Y vuelvo a aquel mar
A tirar poemas,
Donde nadan los deseos.

viernes, 1 de julio de 2016

Hastío

Miradas que traspasan almas
Ávidas de palabras cándidas
Que susurren sus nombres
En noches donde sobren las sábanas,
Y rieguen la noche los sudores
De amar con la persiana bajada,
Sin sueño en las pestañas.


Quieren encontrar una mano de su talla,
Entrelazar sus dedos y deslumbrar al alba
Con el brillo de sus besos húmedos,
De esos que jamás sacian.

La noche más fría
Es la solitaria,
El amor más querido,
El que falta,
La cama más grande,
La vacía.

Desborda el cenicero,
Ya no me escucha ni el silencio,
Ni el humo del cigarro
Calienta ya el pecho,
Un cajón hueco,
Donde el polvo se acumula
A la sombra de un recuerdo.

Hasta el eco se ha cansado de mis quejas,
Hartas de mis deseos las estrellas,
Se desangró la pluma en los tachones,
Para acallar el dolor de los renglones,
Tan llenos de ceniza,
De sueño,
De ansia de nuevas curvas,
A las que dedicar “te quieros”.