La
princesa de mis sueños,
De
tez dorada y morena,
Cuerpo
del deseo,
Y
de belleza eterna.
Sus
labios incitan al beso,
Carnosos
y cálidos,
Que
desarman al más honesto,
Y
calman al más malvado.
Su
risa musical y sonora,
Escribe
la partitura de mi travesía.
Su
sonrisa sincera y burlona,
Da
color al lienzo de mi vida.
Su
pelo color otoño,
Mezcla
marrón, naranja y color oro,
Que
el viento mece con cariño,
Como
una madre acuna a un niño.
Sus
ojos corrientes y brillantes,
Del
color del dulce chocolate,
Que
con tan sólo una mirada
Te
endulza el alma.
Tu
voz hace vibrar mi cuerpo,
Que
se mueve a ritmo de deseo,
Deseo
de besarte, de amarte,
De
ser un caballero andante.
Tus
piernas largas y sensuales,
Que
compiten con la grácil grulla,
En
un duelo de andares elegantes,
Mientras
sueño con entre ellas enredarme.
Tu
cuerpo sensual y moreno,
Forjado
por Afrodita,
Diosa
de lo bello,
Al
deseo y al halago incita.
Pero
esto sólo es el cascarón,
Ínfima
parte de tu belleza,
Pues
no tiene parangón tu corazón,
Con
su bondad y su pureza.
Sólo
tenerte delante,
Sólo
tu compañía,
Curan
todos los males
De
esta y la otra vida.
Tu
cálido amor y afecto,
Me
da calor y me quita el frío,
Como
un manto suave y grueso,
Tejido
con el mejor hilo: tu cariño.
Mi
perfecta imperfección,
Mi
niña feliz de belleza perpetua,
Por
quien late mi corazón,
Por
la niña de sonrisa etérea.