Reflexión segunda.

Viajar, viajar…te lo venden como el elixir de la vida, el elixir de la ilusión, para romper con la rutina que nos ata en nuestro día a día; como una aventura de ensueño en vida…Pero viajar no es siempre bonito, por desgracia.

Viajar no es gratis. Los billetes de ida son billetes de abandono, de adiós. Viajar puede ser, a veces, dejar atrás, abandonar a alguien en una estancia, que te dedica esas lágrimas tan amargas del adiós, que llora porque ese último abrazo, ese último beso, abre una profunda herida en su corazón. Esos amargos recuerdos de los buenos momentos que dejas a tus espaldas, que hacen que te pese un poco más la maleta, el pesar del dolor.

Cuando te alejas de tu hogar, cuando dejas el epicentro de tu vida y viajas, al principio lo haces con ilusión, pero tras unos cuantos viajes con sabor a sal, todo cambia. Esa maleta que arrastras a regañadientes, ese traqueteo incesante de sus ruedas, que como si fueran metralletas perforan y fusilan tu mente, haciendo que se desvanezca cualquier mínimo atisbo de calma y paz.

Espero no desalentaros a viajar ni a ver mundo, ni de abrir vuestra mente a la infinita y exquisita diversidad de nuestro planeta, pero recordad lo que dejáis atrás. También deseo que cuando dejéis este rincón de reflexión sea con billete de vuelta.

Reflexión primera.

Nos pasamos la vida pensando en cómo seremos mañana, deseamos fervientemente conocer el futuro, como si el presente no nos bastase, como si fuese una sala de espera tosca y fea, buscando la llave para salir y ver nuestro flamante y grandioso futuro.

No hay más que pensar en los 18 años, esa cifra que parece que nos cambiará la vida, alcohol, discotecas y todo eso, que a los 18 seremos como otra persona, una versión mejorada de nuestro yo adolescente. Y una vez vemos que no hemos cambiado tanto, pensamos en los 20, eso si que será el gran cambio, ¿no? Seguramente no.

Siempre he sido de los que se preocupa del futuro, de cómo una decisión puede hundirme hasta el abismo de mi mente y soterrarme en una pobre y vacía autocompasión. Y a veces ese miedo me quitaba las ganas de sentarme en esa sala de espera, y resignarme a que mi vida se conforma en el ahora, en el tosco y feo ahora, y no en el después.

No quiero caer, ni estrellarme, en el tópico de “Carpe diem”, ni en el de “Tempus fugit”, nada de eso, pero si aconsejar que no debemos dejar que nuestras alas y nuestras ganas de volar caigan bajo el peso de un futuro aún existente.

Y ahora...

Dicen que el tiempo cicatriza las heridas,

Que recordaré el dolor con simpatía,

Que serán anécdotas, simples tropiezos,

Pero mientras me desgarro por dentro.

Dile al lobo que no aullará más a la Luna,

Dile al otoño que no va a haber más primaveras,

Dile a la Tierra que se esté quieta,

Que este tiovivo ha dado su última vuelta.

Te compuse mil sonrisas

Que ahora suenan vacías,

Te recité mil miradas,

Que ahora se ahogan en lágrimas.

Puede que quizás

Esa gota que pende de un hilo,

Mecida por los brazos del viento,

Allí arriba donde sólo hay frío,

Esperando a besar el suelo.

O quizás a colmar el vaso,

La paciencia de algún santo,

A mojar a alguien con prisa,

A ser esa lágrima que termina en tu sonrisa.

O quizás a provocar alguna riada

Que arrastre los recuerdos,

Los sentimientos, los lamentos,

Y sólo deje escombros, huesos.

Vida en las tablas

Todos somos actores

En la obra de la vida,

Jugamos, cambiamos roles,

Máscaras con sonrisas.

Todos queremos ser otro,

Otra cara, otros ojos,

Querer ser lo que quieran

Que seas.

Quiero ser mi contraportada,

Todo aquello que oculto a las miradas,

Quiero ser la otra cara de la moneda,

La que no se muestra.

Pintemos nuestra propia cara,

Olvidemos la pintura y las carcasas,

Desarmemos la armadura de nuestras almas,

Juguemos a vivir, a ser humanos.

El universo

El cielo es un cuadro,

Una bóveda en blanco

Dónde el Sol traza sus bocetos,

Coloreando el universo.

Es el escenario de la Luna,

Ella es la protagonista, única,

Billones de focos la observan,

Su mayor fan, la Tierra.

Estrellas son el ábaco del mundo,

Suman vidas, sueños, segundos,

Son la nana de los despiertos,

Buscan el letargo en sus destellos.

Silencio

Rítmicas pisadas en la acera,

Guardada por grandes guardianes

Señalando la dirección correcta,

Con sus cascos tintineantes.

Monótono compás en el silencio,

Mi mente no duerme, busca versos,

El frío y la oscuridad me embriagan,

Mis poemas no duermen, no descansan.

No hay verdadera  calma,

El corazón no para de latir,

No busco la tranquilidad,

Sólo donde escribir.

Sólo yo y yo solamente.

Una cuna que echa de menos un llanto,

Un grito que perfora el tiempo y el espacio,

Una mirada crítica en mi nuca,

Manos arriba, me asaltan las dudas.

Y disparan, contra el corazón,

Infesta e infecta mi razón,

Nubla con miedo mi juicio,

Por fallar, por caer al vacío.

No hay ley de la palanca,

No hay puntos de apoyo,

Nadie me respalda,

Estoy solamente sólo.

En el pozo de mi mente,

Damocles sobre mi cabeza,

De mis lágrimas pendiente,

Esperando a que pierda.

Dar a luz un verso

Delirios de grafito negro,

Sobre un blanco horizonte,

Un sinfín de universos

De los que yo empuño la llave.

Amo las palabras,

Son los deseos del alma,

Expresadas con la sempiterna belleza

De los versos y estrofas de un poema.

Escribir es tener un hijo en cada verso,

Verle crecer en tu mente, poco a poco,

Buscando ser alguien, ser perfecto...

Hay versos rebeldes, castizos, serios,

Imberbes, románticos, tiernos...

Todos, a su manera son perfectos,

Todo marchita

Calles vacías, infinitas,

Pasos lentos, sin prisa,

Realidad difuminada,

En mis ojos, lágrimas.

El día en su agonía,

Luz pálida, fría,

Emociones en estampida,

Fortaleza, desvanecida.

No hay invulnerables,

Sólo voluntad de hierro,

Máscaras infranqueables,

Óxido en el mejor acero.

Nada aguanta toda la vida,

Se oscurece hasta la más blanca sonrisa,

Ni el amor, ni la amistad,

Un vago recuerdo, perdido en la eternidad

Mi princesa

La princesa de mis sueños,

De tez dorada y morena,

Cuerpo del deseo,

Y de belleza eterna.

Sus labios incitan al beso,

Carnosos y cálidos,

Que desarman al más honesto,

Y calman al más malvado.

Su risa musical y sonora,

Escribe la partitura de mi travesía.

Su sonrisa sincera y burlona,

Da color al lienzo de mi vida.

Su pelo color otoño,

Mezcla marrón, naranja y color oro,

Que el viento mece con cariño,

Como una madre acuna a un niño.

Sus ojos corrientes y brillantes,

Del color del dulce chocolate,

Que con tan sólo una mirada

Te endulza el alma.

Tu voz hace vibrar mi cuerpo,

Que se mueve a ritmo de deseo,

Deseo de besarte, de amarte,

De ser un caballero andante.

Tus piernas largas y sensuales,

Que compiten con la grácil grulla,

En un duelo de andares elegantes,

Mientras sueño con entre ellas enredarme.

Tu cuerpo sensual y moreno,

Forjado por Afrodita,

Diosa de lo bello,

Al deseo y al halago incita.

Pero esto sólo es el cascarón,

Ínfima parte de tu belleza,

Pues no tiene parangón tu corazón,

Con su bondad y su pureza.

Sólo tenerte delante,

Sólo tu compañía,

Curan todos los males

De esta y la otra vida.

Tu cálido amor y afecto,

Me da calor y me quita el frío,

Como un manto suave y grueso,

Tejido con el mejor  hilo: tu cariño.

  

Mi perfecta imperfección,

Mi niña feliz de belleza perpetua,

Por quien late mi corazón,

Por la niña de sonrisa etérea.

Teléfono

Un pitido intermitente,

Un rumor estático de fondo,

Unos nervios impertinentes,

Un coraje algo hosco.

Monótona espera,

Al compás de la impaciencia.

A medida que el tiempo avanza,

Desaparece atisbo alguno de esperanza..

Oigo un “Hola”,

Triste, cansado,

Frágil, preludio del llanto…

De nuevo “¿Hola?”

Las palabras se atropellan,

Mi lengua se enreda,

Mis labios tiemblan,

Mi voz se quiebra…

Cuelgas.

Hasta siempre.

Una sonrisa, una lágrima,

Un suspiro, un nudo en la garganta,

Un corazón herido, un orgullo cabizbajo,

Un alma rota, un final feliz disfrazado.

Un reloj inquieto, whisky barato,

Tiempo lento, sabor amargo.

Dolor ahogado, entre sorbos largos,

Juicio turbio, ego borracho.

Lengua pastosa, ojos cerrados,

Nariz roja, gritos en bajo.

Cerebro embriagado, espíritu renovado,

Calle vacía, vaho helado.

Corazón partido, labios secos,

Tu saliva ausente en ellos.

Felicidad fantasma, vida muerta,

Todo olvidado, hasta siempre, princesa.

No llevo reloj

No llevo reloj porque no me gusta el tiempo,

Cada día que pasa es una puesta de sol menos.

Tiempo cabezota, imparable,

Avanza sin temor a atropellarte,

Ciclo infinito que vuelve a empezar,

Sin preocuparse de dejarte atrás,

Sin miedo a ponerte punto y final.

Cada segundo que pasa es un segundo perdido,

Cada momento es único, fugaz, finito,

Nada dura para siempre,

Sólo las cicatrices son permanentes.

No busco nada más que tiempo,

Quiero momentos para reír, para sentir,

Para poder ver la vida pasar sin prisa,

Vivir por vivir.

Artesano del verso

Hojas escritas y arrugadas sobre la mesa,

Coronas finas del grafito que empuño

Que cercan por doquier la papelera,

Mientras creo versos, sueños, mundos.

Lapiceros bailan gráciles sobre el folio,

Dejando un rastro de  negra sombra,

Encerrando amor, dolor, odio,

Palabras que no se atreven a decir las bocas.

Tristes y bellos versos,

Bañados en lágrimas secas,

Olvidados y vacíos “te quiero”,

Besos que ahora queman.

Tanto confesado a un folio en blanco,

Tanto dolor que me hizo esclavo,

Esclavo de mis emociones y lamentos,

Esclavo de tus besos y estos versos.

Barato consuelo sin receta,

Bello despertar del alma dormida,

Sentarse a soñar sobre una mesa

Sobre la que cae un alud de rimas.

Dulce dolor

Vidriosos corazones astillados,

Lágrimas secas, sal, llantos,

Fría tierra, oscura,

Bóveda celeste, púrpura.

Pies borrachos,

Con la nada tropezando,

Orgullo tocado, hundido,

Y más que sepultado.

Manto níveo tu rostro,

Caja de Pandora tus labios,

Cuchillas tus palabras de odio,

Tan bella, tanto daño.

Yo que soñaba con tu sonrisa,

Yo que deseaba tus besos,

Tú que me dabas alegría,

Tú que me prometías “te quiero”.

Yo, poeta

Besos húmedos en la medianoche,

Poetas narrando desgracias de los hombres,

Escribiendo poesías, son sus azotes,

Pero obvian lo importante, su propio nombre.

Inventan historias, canciones, cuentos…

Para mirar al dolor con ojo ajeno,

Para sufrirlo desde lejos,

Con sangrantes versos.

El poeta, cuánto más escribe, más lo siente,

Más lejano lo ve, más indiferente,

Ve el dolor, el sufrimiento hiriente,

Pero hace creer que no le pertenece.

Versos que lloran a la sombra,

Palabras analgésicas sin receta médica,

Veneno que corre por mis venas,

Y que en mis lágrimas aflora.

Solo

Aire denso, caliente, inmóvil,

Entra y sale despacio de mis pulmones,

Lágrimas que se evaporan al nacer,

Nostalgia aferrada a los corazones.

Una brisa salada, un rumor marino,

Humedad en cada aliento,

La lluvia embotando mis sentidos,

Un abrazo en el momento preciso.

Una gota de lluvia en un lago,

Un grano de arena en la playa,

Una brizna de hierba en el prado,

Uno más entre el gentío.

Una cama solitaria, un silencio cautivo,

Estrellas negras en el techo infinito,

La luz  de una farola irrumpe con su claridad,

Miles de pensamientos flotando en la oscuridad.